Era un Jueves Santo diferente, pues diferente en algo se presentía, era diferente aún siendo el mismo Jueves Santo; diferente, pero con el mismo aroma. Era la misma noche, aunque se palpaba diferente, el mismo pueblo se acercaba hasta su puerta, la misma gente, pero diferente en algo se presentía. Era la misma noche, como la de cada santa primavera, pero a la vez, una noche diferente. El mismo crujir de trabajaderas, la misma luz, la misma penitencia, la misma espera, la misma luna y la misma torre, pero diferente...era Él de siempre, con la misma Cruz en el hombro, sobre el mismo monte de claveles, era la misma Gloria nazarena la que rozaba con el dorado de su cantonera, el mismo vaiven de su túnica, las mismas manos sosteniendo el rudo madero, las mismas miradas, la misma cera, pero diferente en algo se presentía... El Señor cumplía 60 años y siendo Él de siempre, se presentía diferente por las calles de su Andújar.
Los sones de la Agrupación Musical de la Pasión de Linares volvieron a inundar el Mercaó, que otro Jueves Santo se abarrotaba de sus hijos y de sus hijas, aquellos que siempre lo esperan en esta bendita noche de negras colas, incienso y tiniebla. Este año, por ser tan especial en la ya Hermandad de Nuestro Padre Jesús del Gran Poder y Maria Stma del Socorro, se ha convertido en un año de estrenos, estrenos como el de los dos niños que con traje de libreas y farol, abren cortejo ante la inmesa Cruz de Guía, o los faroles de escolta para el estandarte de esta Cofradía, o las nuevas potencias que lucía el Señor, obra del orfebre Manuel Valera, y que habían sido donadas por el Grupo Joven de esta corporación andujareña.
El Señor del Gran Poder volvió a cautivar a una ciudad entera, una ciudad que es capaz de apretarse en zaguanes y portalones, en estrechas callejas donde el tiempo queda detenido a su paso, tan solo por poder contemplar la divina majestad del Nazareno de la madrugá iliturgitana, una ciudad que vuelve a enloquecerse con el moreno de su cara y con la ternura de sus ojos.
El Señor volvía a su eterna casa, a la calma de su capilla, en el templo de San Miguel, desde donde sueña con nuevas madrugás al compás de su Pasión.
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