El Martes Santo en Andújar es sinonimo de penitencia, de silencio y solemne ejercicio de Via Crucis, Martes Santo en Andújar es Barrio y viejos altozanos, es Alhondiga y es hornacina, el Martes Santo en Andújar es rezo y plegaria ante la devoción de los primeros vecinos de Santa María, es el incienso y es la cera con la que su Cofradía alumbra la vieja estampa de palacios y ermitas por los que antaño transcurrían nuestras Hermandades. El Martes Santo en Andújar es sabor añejo de primavera y de cruces, de un séquito de fieles tras sus pasos lentos y rachecaós, es la luz de guardabrisas y la talla de la sobria canastilla de los recuerdos esperanceros que en cada Martes Santo vuelven rondando los calles empedrás...
El Cristo de la Providencia aquel que viene crucificado con el rastro de una leyenda en su carne amoratada por tanto suplicio y tortura, sobre rojos claveles de sangre es alzado cada Semana de Pasion por la Hermandad de la Esperanza evocando aquella antigua advocación que en un hueco en la pared fue creciendo junto con los vecinos de este solariego rincón que forma parte de la vida de los iliturgitanos e iliturgitanas desde hace cientos de años. Un rincón en el que encienden sus faroles y las velas de sus promesas para alumbrar ese antiguo sagrario que guarda casi como el mejor de los tesoros la pequeña efigie del crucificado de Santa María.
Y así va Dios con la muerte en la yaga de su costado, con los clavos en sus manos y en sus pies, abatido en la madera sobre la que va enclavado y yace en el Calvario de las tinieblas y de la sombría noche. Custodiando su cuerpo los de siempre, los que encienden velas en su hornacina, los que le llevan flores hasta su altar, los que mirán atrás en la angosta calle, los que ante Él se quedan y le rezan, los que lo recuerdan cada día, aquellos que en su Divina Providencia se amparan como cada Martes Santo y entre esos palacios y ermitas van contemplando la perfecta silueta de su imagen en la Cruz.
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