Sus manos prendidas, prendidas por esa soga de oro que desgarra la piel de sus nudillos. Maniatado y Cautivo durante años, El sigue en pie, pasan los años, corre el tiempo, y El sigue en pie, rendido y cansado, pero en pie, parece estar esperando la visita diaria de sus vecinos, pues es uno mas. El es su confensor, ella su confesora, que de cosas se cuentan y sin cruzar palabra alguna, tan solo cruzando las miradas, tan solo con el susurro suave de la oracion que resuena en el eco de la concurrida ermita. Afuera el bullicio de la rutinaria vida de la ciudad, pero de puertas hacia adentro no existe relog alguno, el tiempo se para, solo queda el silencio en el ambiente. El sigue en pie, para El, cada dia es el dia, cada hora es la hora, cada minuto es el minuto, el minuto preciso, el adecuado, siempre esta ahi, dispuesto a escuchar.
Que de secretos conoce, que de historias se quedan selladas en los nudos de la madera de los tendones de sus pies. Solo El conoce verdaderamente a cada uno de aquellos que lo visitan, solo El conoce sus amores, sus pasiones, sus problemas, sus pensamientos... Cuantos años lleva entre nosotros, nuestros mas viejos paisanos ya contaban con su omnisciente presencia, generacion tras generacion, El no se ha ido, El se queda, siempre en pie, siempre esperando, siempre perdonando, siempre, siempre El...
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